viernes, 29 de octubre de 2010

Raphael, el capitán.

Corría finales del S.XVIII. Raphael Lamberti tenía no más de cuatro o cinco años de edad.
El amaba los barcos, los barcos eran su pasión.
Se escapaba de su casa para ir hasta el puerto de la Costa Amalfitana. 
Ahí jugaba, crecía, aprendía. No había forma de retenerlo en su casa, en su barrio tranquilo y pueblerino. No había juego oportuno que no fuera con los marineros, en el puerto, o ya subido a algún barco.
Raphael era un niño entusiasta. Llevaba en el la sangre de Marco Polo...de Alejandro Magno.
Su alma indomable ya lo hacía fijar su sueños más allá de donde pisaban sus pies.
No, definitibamente la tierra no tiene gravedad suficiente para retener a los que vuelan.
Raphael había encontrado una manera de desprenderse. Navegar.
El tiempo pasaba rápido. Tan rápido que el oleaje, el sol, la vida allí le arrugaba la frente.
Así transcurría la mayor parte del tiempo. Hasta que por fin logró hacer su primer viaje. 
Ya había crecido bastante. Lo suficiente, al menos, para desprenderse de su madre y su padre.
Armado de su sabiduria por propia experiencia y de los conocimientos de la época, Raphael llevaba de equipaje una rosa de los vientos, un par de mapas, brújulas, miradores, y una caja de té en hebras que le habían regalado sus parientes.  Claramente, siempre el escapulario con el retrato de sus padres lo acompañaba. (Algún signo de la vida en tierra, porque hasta las aves más empedernidas posan sus patas cada tanto para descansar, o simplemente, para tener donde regresar...Para tener a donde pertenecer).
Raphael cumplía su sueño. Ya era un hombre, los pantalones cortos los había abandonado ese verano. Y era tiempo de empezar a hacer camino. Su camino.
"Camarada" le decían. Y el era felíz.
Se paseaba haciendo todo lo que fuera necesario, de un lado a otro en el barco.
Conoció ciudades, paises. Sobretodo, conocío al mar desde sus entrañas, su bravura, su consistencia.
Aprendió que el mar puede ser tan rígido como un golpe seco, tan flexible como las arenas movedizas.
Aprendió a leer el tiempo en las nuves. En los cambios del color del cielo.
A guiarse por las estrellas. 
A divisar faros en las orillas.
Logró ganarse el respeto en cada nuevo puerto.
Su vida era viajar. Así fué aprendiendo, aprendiendo y aprendiendo.
Hasta que logró ser Capitan de navio. El sueño de cuando niño.
Y su barco, su barco se llamó "María".


...To be continued.

5 comentarios:

tusojosmisalas dijo...

holaaa como estas?
espero la 2 parte?
un abrazoo
David.V.

Georgia SinClaire dijo...

*

Hola David

Gracias por pasar, leer, firmar.

Ya se vienen más post de ésta historia.

Abrazo enorme.

La sonrisa de Hiperion dijo...

Genial siempre pasar por tu espacio, y disfrutar de tus cosillas...

Saludos y un abrazo.

Georgia SinClaire dijo...

Hiperión

Se agradece. Es ud bienvenido.

Abrazo grande. Y muchas gracias.

:)

f dijo...

barcos y faros.
como llegaste por allá?

salú!
y buena vida...
f